Las fuerzas que habrían de venir con la alegría del nuevo año no han llegado, se han perdido, es más, se perdieron incluso antes de que acabara el año pasado. Con ellas se han quedado las esperanzas, las ilusiones y los sueños. Esas cosas que siempre se parten de forma desigual y que, por eso mismo, a mi no me han tocado esta vez.
Algo hay que decir, pero lo haré con palabras de Luis CERNUDA, a fuerza de no tener propias ni forma o valor de encontrarlas. Acudo a su obra La realidad y el deseo. Algo llevan de lo que puedo decir en un día como hoy.
XVIII
Los muros nada más.
Yace la vida inerte,
Sin vida, sin ruido,
Sin palabras crueles.
La luz lívida escapa
Y el cristal ya se afirma
Contra la noche incierta,
De arrebatadas lluvias.
Alzada resucita
Tal otra vez la casa;
Los tiempos son idénticos,
Distintas las miradas.
¿He cerrado la puerta?
El olvido me abre
Sus desnudas estancias
Grises, blancas, sin aire.
Pero nadie suspira.
Un llanto entre las manos
Sólo.
Silencio; nada.
La oscuridad temblando.
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