SOY LIBRE
A estas alturas y después de las vicisitudes vividas o dada mi situación, a la que he llegado por mis propios errores y por algunos aciertos, no compito con nadie ni tengo razones para hacerlo. El por qué es bien sencillo: ando en mi propia carrera y en mi particular camino.
Eso provoca que no tenga deseo alguno de jugar a ser mejor que nadie en nada, sino solo a mejorar (si es posible, porque no siempre se tienen las fuerzas o las posibilidades para hacerlo, no porque considere que ya estoy bien , que soy bueno, que no lo soy). Y lo curioso es que así SOY (o ME SIENTO) LIBRE.
Desde esa posición sé que las mejores personas en ese camino, en esa carrera, son las que permanecen, vengan de antiguo o me las haya encontrado al andar. Ellas son las que me reconfortan y las que me ayudan a mantenerme ante la vida, incluso a enfrentarme a mi vida.
Todas ellas son sinceras y me hablan de frente, mirándome a los ojos, de tal modo que no tengan necesidad o requieran preguntar ni de mi estado, ni de mis emociones. Me respetan.
Todas esas personas se merecen mi agradecimiento (ese del que hablaba ayer) y dan sentido (el que puede tener) a mi mundo, ese que transcurre bajo unas condiciones estrictas y con límites duramente establecidos.
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