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lunes, 11 de diciembre de 2017

EL VALOR DE LAS PERSONAS

EL VALOR DE LAS PERSONAS

Hay algunas personas (pocas, pero valiosísimas) que se atreven a comentar algunas de mis entradas, que he de confesar que no son todas agradables, asumibles ni válidas para ser tomadas en consideración.

Mi agradecimiento hacia ellas es inmenso. Son una bocanada de aire fresco en un “ir pasando” que no resulta nada fácil y también la expresión de que quedan “personas cabales” en el mundo, aunque pasen desapercibidas durante ciertos tiempos.

Me refuerzan en la idea de que la realidad, toda realidad, tiene más de una visión e interpretación y que a veces necesitamos contrastar la visión a la que nos arrastra nuestro caminar, solo para poder seguir.


Procuro ir combinando (si el tiempo y el estado personal me lo permiten) puntos de vista o temas diferentes, sobre todo para no dejar la impresión de estar sepultado por la realidad, pero parece que pesa más lo negativo, lo pesimista de mis posiciones.

Esa realidad está claro que puede ser descrita de muchas maneras. Yo me dejo llevar por una y es seguro que no se corresponde con las de esos impagables comentarios, por lo que puede ser bueno insistir en algunos de mis posicionamientos, por más que no pretenda, ni de lejos, ni justificar ni explicar nada, solo describir.

El tiempo pasa (lo hace así para todos, incluso no queriendo, por lo que ese hecho, en sí mismo, no tiene más valor que el de ser una variables interviniente que conforma parte de nuestro escenario vital). Ocurre que, al pasar el tiempo, vamos cambiando nuestra visión de lo que sucede en nuestro entorno y en nosotros mismos. 

De ese modo contemplamos y valoramos la amistad o el cariño de otra manera, buscamos más el cómo son las personas, buscamos y valoramos la tranquilidad, quizá porque necesitamos más defender nuestra zona de confort, nos aferramos hasta con los dientes de lo que tenemos o nos queda de vida, aprendemos de un modo descarnado que nada es para siempre y quizá eso nos hace valorar más lo que tenemos, el momento (una imagen, un sonido, un ruido, un gesto… valen así mucho más de lo que en sí puedan significar). Aprendemos, en definitiva que lo importante es cada minuto de vida, porque cada uno se convierte en el milagro que nos permite ESTAR VIVO.


Solo hay una cosa difícil de conseguir: el contacto y comprensión de los demás. La certeza de que hay alguien detrás de una puerta o de una ventana que intenta mirarte.

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