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jueves, 8 de febrero de 2018

TODO TIENE UN PEAJE

TODO TIENE UN PEAJE

Nos guste o no y tanto lo bueno como lo malo que nos va sucediendo a lo largo de lo que hacemos, sentimos o aspiramos tiene un peaje (mayor o menor, claro está, según los casos).

Desde hace un par de semanas vengo pagando uno de esos peajes, en este caso biológico, porque es lo que me afecta y eso me ha llevado a estar en la sección de críticos del hospital que me corresponde y a dejar de realizar esas entradas diarias que iba efectuando en dos blog: “Peregrino” y “Paradojas”. (Ahora estoy en la modalidad de “Hospitalizado en el el domicilio”, mientras me dura el tratamiento)
Hasta ahí todo normal, aunque la lección esta vez sea que me quedan muy poquitos peajes ya, si es que me queda alguno. Lo especial es que NADIE se ha dado cuenta ni de mi ausencia ni del pago que estaba haciendo.

No es que la cosa sea negativa en sí misma, pues eso da cancha abierta a la expresión personal, pero es un poco triste y, al menos en mi caso, me quita el ánimo de pensar en los demás (aunque quizá ese fuera mi error, pensar que por ahí había alguien con interés por mis reflexiones).

Soy consciente de que preocuparse por lo que otros piensan de uno no es más que entregarse como prisionero y yo quiero ser libre. De ahí que piense que fue un error pensar en los demás.


Y ahora sé, con una certeza meridiana, que, por más que  sepamos que nuestras historias no tienen un inicio (suele serlo arbitrario), tiene un fin.

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