CAMINANDO SOBRE LAS NUBES
El tiempo es el espacio que permite caminar por actividades (acciones y pensamientos) que nos permiten ser aún más lo que somos, afianzarnos en creencias o valores (o desprendernos de todo ello).
Pero, a veces, el tiempo se vuelve una variable “vaporosa”, sin sentido, pues algunas condiciones no nos permiten sino repetir una y otra vez los mismos ritos, las mismas secuencias, las mismas filias e idénticas fobias.
En esas circunstancias el tiempo comienza a perder valor y a jugar con nosotros, nos desubica, nos coloca como en una nube virtual (supongo que en una de esas que están tan de moda ahora) y dejamos de saber qué día es, de qué mes, incluso si es por la mañana o por la tarde.
Se vive una especie de locura muy especial o una “modorra” parecida a esas que provoca la fiebre o los fármacos.
Y algunas consecuencias dan miedo, me lo dan a mi, porque no quisiera que mi tiempo dejara en escombros mis ansias de leer o de abandonar la idea de expresarme de forma escrita, como lo estoy haciendo ahora, como lo vengas haciendo cada día que me ha sido posible en estos casi dos años de encierro y declive físico.
Me da miedo porque ya he perdido casi del todo el espacio de las relaciones humanas (tan necesarias) de los afectos expresados, de la comunicación “cara a cara”.
Me da miedo tener que caminar por la locura del vacío de la mente, de mis vías aferentes y eferentes de relación y contacto.
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