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lunes, 26 de junio de 2017

EL ÉXITO NO SIEMPRE CORONA EL ESFUERZO

EL ÉXITO NO SIEMPRE CORONA EL ESFUERZO

Supongo que, quién más, quién menos, todos tenemos aspiraciones, deseos, sueños, metas por alcanzar y que no siempre logramos hacer realidad por las razones que sea, que ahora no vienen al caso.

Cada fracaso nos entristece, nos frustra (más o menos, según lo grande que fuera el deseo), y nos deja una decepción intima, dolorosa, incluso de abandono.

La reacción a eso puede ser variada, desde revelarse contra el mundo y sus alrededores, echar la culpa al que pase por allí o sentirnos desgraciados nosotros mismos. Todos solemos ver en eso un FRACASO que es también personal o, sobre todo, personal.

Las variables presentes en nuestros juicios de valor son múltiples. Una de ellas es que no tenemos patrón con el que comparar, con el que establecer en qué medida o dimensión eso que pretendíamos era bueno o mejor, o malo o peor. Otra es que solo contamos con el pasado como elemento de análisis, nunca con presente y aún menos con el futuro y, por muchas hipótesis que se nos ocurran, ninguna tiene por qué sernos válida y aún menos ayudarnos a resolver nada.

Tanto es así que yo diría que es difícil establecer que algo es un FRACASO. Hay que dar tiempo al tiempo, hay que analizar muchas cosas para decidirlo de ese modo. Por otra parte NUNCA podremos saber cómo hubieran ido las cosas si lo que esperábamos obtener lo hubiéramos conseguido tal y como lo imaginábamos.

Todos vamos perviviendo (y aprendiendo -viviendo-) entrando y saliendo de los desastres interiores de nuestros pretendidos fracasos, por muy destrozados que nos sintamos en cada uno de ellos. La vida puede seguir y, de hecho, sigue después de cada fracaso.


De ese modo los fracasos pueden ser lo mejores inicios de nuestros pequeños éxitos.

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