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viernes, 25 de mayo de 2018

SONREIR POR DENTRO

SONREIR POR DENTRO

Hace tiempo que aprendí que lo mejor es no dar explicaciones, bien porque nuestro interlocutor no las necesita o bien porque cada uno entiende lo que quiere o lo que le conviene. En los tres casos esas explicaciones no sirven para nada.

Aún así he de confesar que soy dado a explicar mis palabras o mis conductas. Es posible que mi profesión me haya marcado más de lo que he supuesto siempre, pero también que casi siempre el hacerlo solo me ha servido (si es que me ha servido de algo) para tener que volver a explicarme y a corroborar que da igual lo que explique.

Yo he dado en pensar que las personas no leen lo que escribo y toman una palabra y se enganchan a ella, o una sola idea (que traducen a su manera) y te marean. Y encima SIEMPRE me ha tocado pedir disculpas a mi para que las cosas no fueran a más.

Eso me ha hecho fabricarme la sonrisa como respuesta, pero una sonrisa interior (un poco al estilo taoísta, pero a mi manera). Y digo a mi manera porque no puedo tener todas las respuestas calculadas, ni tengo la vida resuelta… o porque lo único que espero (y casi nunca obtengo, excepto en contadas personas) una sonrisa como respuesta.

Es un modo de ahorrar energía (la necesito para seguir luchando y aguantando) sin esperar que nadie se moleste, porque, a fin de cuentas, la “sonrisa es el idioma de las personas inteligentes”.


Ocurre también que no quiero  que el enfado, la tristeza , el miedo, la desesperanza o la angustia se apoderen de mi. La sonrisa interna como respuesta ahorra energía, relaja, y permite mostrar, si la situación lo requiere, la cara que el interlocutor espera y que es la que se corresponde con la que te mira: cierta pena, incredulidad y fastidio.

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