PALABRAS
Hay días con palabras de sobra y otros en que las palabras se atoran en la garganta porque fluyen desordenadamente y al final se nos niegan, no acaban de fluir. No es que falten, como fácilmente puede deducirse, sino que nos falla su orden y, por lo mismo, que adquieran el significado que queremos dar a lo que desearíamos expresar.
Hay días que las palabras provocan un rumor reseco en la garganta, justamente cuando más las necesitamos y eso paraliza nuestros dedos al, nuestro pensamiento al razonar y ordenar ideas.
Hay días que pareciera que nos han dado un golpe en la cabeza y todas las vivencias y recuerdos que se nos agolpan se nos presentan como un cuadro “Naïf”, en el mismo plano, sin que ninguna de las ideas resalte sobre las demás, lo cual impide expresarlas convenientemente.
Hay días en que nos gustaría “desaparecer”, no formar parte del contexto en el que existimos, porque ese contesto nos oprime, nos asfixia, nos inmoviliza, y curiosamente son días en los que uno necesitaría decir muchas cosas y no con palabras prestadas, no con la pluma cargada en otro tintero, sino con nuestros medios.
Hay días, en fin, en los que las palabras, esas que no nos salen, solo nos dejan un pesada angustia de la que nos es imposible librarnos.
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